Cuando cierro los ojos y pienso en Finlandia, la palabra que
mejor define lo que mi mente imagina es refrescante. No sólo por esas
temperaturas que en invierno ponen el mercurio bastantes grados bajo cero, sino
también por otras muchas cosas.
Finlandia, conocida como el país de los lagos, cuenta con
más de 180.000, en los cuáles puedes tomas un agradable baño al salir de la
sauna (experiencia que este verano disfrutamos mi amiga Marta y yo, y
recomendamos) o, en invierno, practicar el avanto (meterse en el agua helada
del lago tras salir de la sauna).
La inmensidad de esos bosques, que te adentran en algo
indescriptible para mi permitiéndote ser sólo tú y la naturaleza. Donde el
único ruido es el viento contra las hojas y el sonido de los animalillos.
Realmente, un paseo por estos bosques te relaja, te desconecta.
Y como no, la nieve de los gélidos inviernos, que dibuja
paisajes preciosos vestidos de blanco, casi cualquier lugar es digno de ser una
postal navideña.
En definitiva, es un lugar precioso y, para mí, refrescante
en muchos sentidos.